Hoy nadie quiere esforzarse.
Ni los jóvenes.
Ni los adultos.
Ni los que dicen que quieren cambiar su vida.
¿Por qué?
Porque nos han metido una mierda muy bien envuelta:
«Pierde 20 kilos en 10 días.»
«Ponte más fuerte que el vinagre en 21 días.»
«Transforma tu vida fumando la energía del universo.»
Y claro, luego nos frustramos.
No es que no avances.
Es que te han estafado con frases que suenan bien pero no alimentan.
El esfuerzo jode.
Cansa.
Duele.
Yo lo viví después de operarme la rodilla.
Cada paso dolía.
Pero entrené igual.
Porque el esfuerzo —y la disciplina— te da lo que nadie más puede darte:
sentirte orgulloso.
Estar bien contigo mismo.
Ese orgullo aparece cuando sabes que lo has hecho tú.
Sin aplausos.
Sin atajos.
P.D.: Si esto te toca algo por dentro, ya estás haciendo el primer esfuerzo: no mirar hacia otro lado.