De pequeños nos preguntaban qué queríamos ser: médico, abogado, arquitecto… Pero nadie nos preguntó qué queríamos hacer para levantarnos sin pereza, con ganas de vivir.
Cuando uno dice que quiere vivir de lo que le apasiona, aparecen los sabios de siempre:
—“Eso no da dinero.”
—“Eso no es un trabajo.”
Y así, a base de miedo, te apagan el fuego.
A mí me pasó.
No me cansaba del trabajo, me cansaba de creerme el discurso de otros. Me quedé con las ilusiones a medias por miedo a soltar lo seguro. El resultado: hice lo que quería, sí, pero con el freno de mano echado. Avanzaba… pero a medias.
Hoy mis hijos están eligiendo su camino. Y cada día les repito:
—“Descartad lo que no queréis. Y cuando encontréis lo que os gusta, id To Palante.”
Yo estaré a vuestro lado siempre que vea que lo que hacéis es lo que queréis de verdad; que lo hacéis con disciplina y con amor.
Si se desvían, se los haré ver, pero quiero que sean ellos quienes construyan, con los valores del hogar, siendo respetuosos consigo mismos y con los demás.
Lo único que quiero es que, si tienen un talento —que lo tienen—, lo cultiven con disciplina, responsabilidad y orden.
Y si se equivocan, no pasa nada.
Volvemos a intentarlo.
Al final, aquí estamos solo de paso.