Planear es fácil. Lo difícil es vivir.
La sesión estaba perfecta. Como siempre.
Pero perfecta para mí, no para mi equipo.
Visualmente impecable. De esas que te dices: “joder, qué bueno soy”.
Y entonces… pasó lo de siempre:
Un jugador llegó tarde. Otro se lesionó.
El caos de cada día.
Ahí estaba yo.
Con mi sesión ideal… en un mundo que no lo era.
Ese día comencé a entender que el contexto siempre gana.
Y que planificar sirve, sí. Pero solo si eres flexible como un bambú.
El error no era preparar.
El error era pensar que preparar bastaba para que todo fuera perfecto.
Entrenar, al final, es tener recursos.
Saber adaptarte.
Y aceptar que a veces hay que improvisar con criterio.
Desde entonces, antes de escribir una sesión, pongo esto arriba del todo:
“Esto no va a funcionar como tú quieres. Sé un poco bambú.”
Y a veces… me funciona.