Leyendo El manual del guerrero de la luz me detuve en la página que habla del enemigo oculto. Ese enemigo que no podemos vencer, pero que nos da la energía para seguir creciendo.
Habla de aquel niño que en el colegio se reía de nosotros y que, sin quererlo, nos hizo más fuertes. Del profesor que nos llamó burros y que, por no querer serlo, nos empujó a aprender más. De esa novia que, con quince años, nos dejó destrozados y, sin saberlo, nos obligó a crecer.
Ese enemigo oculto siempre está en nuestras vidas.
Puede hundirnos o hacernos ir más lejos.
Yo siempre he intentado cerrarle la boca.
¿Cómo? Haciendo cada día un poco más.
Siendo cada día un poco mejor que ayer.
Y, sobre todo, sabiendo hacia dónde voy.
La habilidad que entreno ahora es callarme. No alimentar mi rabia. Porque contra ciertos enemigos no se lucha: no vienen a matarte, vienen a robarte la energía vital.
Y la mejor defensa es otra:
paciencia, silencio y alejarse de los lugares tóxicos.
Solo así puedo ser yo mismo
y rodearme de las personas que realmente me aportan algo.
Ser un guerrero de tu vida es eso:
luchar por lo que quieres hacer.